28.5.19

Grosso modo

EN DEFENSA DEL IDIOMA
"Grosso modo", no "a grosso modo"
«Grosso modo» es una locución latina que significa ‘aproximadamente’ o ‘a grandes rasgos’. Nunca va precedida de la preposición 'a': Quisiera que me contaras, grosso modo, ¿qué fue lo que te pasó?

11.5.19

decepcionade

Chicos, estoy muy decepcionade
Deberíamos hacer de este un espacio libre para que quien quiera escribir con lenguaje inclusivo lo haga... no tiene sentido que pase lo que ocurrió, sus comentarios violentos hacia una persona que se estaba expresando no tienen lugar aquí. 
Este no es un espacio para presumir o creerse superiores a los demás con el argumento de que tienen a la ciencia de su respaldo.

Recordemos que el lenguaje es algo plástico en el tiempo y ya hay respaldo que el lenguaje determina nuestra percepción de la realidad y no al revés.

Por favor, sean tolerantes entre ustedes, esto no se los está imponiendo nadie.

Les dejo una lectura recomendada

https://elgatoylacaja.com.ar/la-lengua-degenerada/

9.5.19

El eclipse que cambió el rumbo de la ciencia.

Todos sabemos que la genialidad de Newton nos permitió con su teoría  gravitacional avanzar a límites nunca antes imaginados por el hombre. La  misma nos permitía calcular con absoluta presición la fuerza de  atracción que existía entre distintos cuerpos, las aceleraciones  producidas por los mismos y entender el porqué se caen las cosas si las  soltamos o el porqué giran en órbitas los satélites sobre los planetas o  la misma tierra alrededor del sol.

Sin embargo existía una  pregunta que no lo dejaba dormir y a la que él siempre respondía con un  "porque sí" y era :  "Y por qué ?"

Con todo su poder de  observación, él muy bien sabía que había encontrado las formas  matemáticas de conocer trayectorias, fuerzas, aceleraciones y muchísimos  factores físicos más, pero no el porqué todo ello funcionaba de esa  manera.

Fue Einstein con su teoría de la relatividad general  presentada en 1915 quien no sólo pudo responder por primera vez esa  pregunta, sino que le encontró errores de cálculo a las fórmulas de  Newton, que para el uso "terrenal" que se le daba hasta ese entonces en  la mayoría de los casos no eran apreciables.

La conclusión de Albert Einstein fue contundente:

“La gravitación no es una fuerza física de atracción que actúa en el  espacio sino una manifestación de la geometría del universo.”

En  otras palabras dos cuerpos no se atraen porque "SI", sino porque por el  sólo hecho de tener masa distorsionan al espacio curvandoló de tal  manera que ellos tienden a acomodarse de tal manera que logren un  equilibrio.

Para que se pueda ver de alguna manera lo que Einstein  decía, imaginemos que pasaría si en un colchón con una bola muy pesada  en el centro tiramos desde los bordes bolitas chiquitas, ellas "caerán"  indudablemente hacia el hueco pegando contra la Bola central. También  podemos imaginar la trayectoria espiralada que tendría una pelotita si  la tiráramos desde el borde pero con una acelaración circular alrededor  de la bola central, es más, si no fuera un simple colchón y no existiera  rozamiento produciendo pérdida de velocidad, quedaría "orbitando"  indefinidamente alrededor de la bola tal como la luna lo hace alrededor  de nuestro cada vez menos apreciado planeta.

Ahora bien...  Einstein la tenía tan clara como el hecho que si no encontraba como  demostrarlo lo tomarían por loco, y el cuerpo mas grande que tenía a  mano para hacerles ver al mundo que no estaba equivocado, era el sol,  pues con su enorme tamaño (masa) curvaría mas que ningún otro cuerpo al  espacio.

Cual era entonces su idea? Einstein pensó lo siguiente:

"Si la luz de una estrella muy lejana llega a mis ojos recorriendo el  espacio y en algún momento éste se curva, igual que nuestro colchón con  la bola en el centro, todo lo que por él pase se curvará también,  incluyendo la luz. Si tomo entonces una foto de un conjunto de estrellas  cuando el sol está muy lejos de nuestra vista y luego tomo la misma  foto pero con el sol en el medio de todas ellas, cuando la luz de cada  estrella llegue a mis ojos, habrá pasado por la curvatura producida por  el sol en el espacio, curvándose también, dando una localización erronea  respecto a las otras fotos. Es más, si no me equivoco y mis fórmulas  son correctas, ese corrimiento será de 1.74 grados. "

El grave  problema sería... cualquier foto que quiera sacar del sol velaría en  forma absoluta cualquier lucecita de estrella cercana, salvo... hacerla  en el exacto momento que se produce un eclipse total de sol, y es de ahí  que se puso manos a la obra con amigos científicos y astrónomos a  encontrar fechas y lugares próximos donde se produzcan tales eclipses.

Varios intentos fallidos, por el clima algunos y la guerra otros, no  lograron obtener datos significantes para tal comprobación, hasta que  finalmente el 29 de mayo de 1919, al mando del astrónomo real sir Arthur  Eddington se realizaron dos expediciones, una a Sobral, Brasil, y otra a  la isla portuguesa de Príncipe en la costa atlántica africana,  pudiéndose tomar fotografías de un increíble eclipse total y los  resultados confirmaron con suficiente precisión la predicción de la  desviación de 1,7” de arco que había efectuado Einstein .

Eddington escribió a Einstein diciéndole que toda Inglaterra hablaba de  su teoría, y que había sido un acontecimiento muy bueno para mejorar las  relaciones científicas entre Inglaterra y Alemania.

Se tiende a  pensar que la curvatura de la luz cerca del Sol es una idea exclusiva de  Einstein, pero no es cierto. Isaac Newton tuvo la misma idea al  considerar que la luz esta compuesta por corpúsculos o partículas como  diríamos hoy día. Newton al considerar la luz formada por partículas con  masa, estas tienen que desviarse forzosamente al pasar cerca del Sol en  cumplimiento de la ley de la gravitación universal. Pero nunca se le  ocurrió observar esta desviación, seguramente por la falta de precisión  de los instrumentos.

Un último comentario al respecto, gracias a  esta nueva teoría los astrónomos comenzaron a encontrar a los famosos  "agujeros negros", pues si bien no se "ven", por tener una cantidad casi  ilimitada de masa, curvan tan pronunciadamente al espacio que por  decirlo de alguna manera se "come" todo haz de luz que intente  sobrepasarlo.

No es intención de este relato introducir de manera  alguna aspectos teóricos sobre la magnífica teoría de la relatividad  general de Einstein, si dar a conocer un hecho que si bien para la  mayoría de los hombres de ciencia es conocido, no lo es para muchos  otros que seguro estoy se sentirán asombrados por la capacidad y  genialidad de tantos científicos que han dado el mayor de los esfuerzos,  generalmente para el bien de la humanidad.

Espero no haberlos aburrido.

Daniel.

EL AMOR Y LA LOCURA

.

En el principio de los tiempos, cuando no existía nada. Cuando ni siquiera el tiempo existía porque nadie había inventado nada para llevarle la cuenta. Cuando el hombre todavía no existía, en mitad del universo estaban reunidos los vicios y las virtudes que más tarde poblarían a los humanos en mayor o menor medida.

Y los vicios y las virtudes se pasaban todo el día discutiendo y peleando, sobre todo azuzados por la Ira y la Discordia. Y discutían sobre quien habitaría el cuerpo de los humanos, si los vicios o las virtudes. Y no se ponían de acuerdo porque unos decía que habría mas virtudes que vicios en los humanos y otros que al revés, que sería mayor el número de vicios que estarían en los humanos.

Y como nadie se ponía de acuerdo. La Locura, que estaba loca, tubo una idea que le pareció genial. Y dando brincos en mitad de la reunión dijo:

- Tengo una idea, tengo una idea para solucionar la discusión.

Todos se quedaron expectantes. Y la Locura dando carreras sin ton ni son y saltando por todos lados dijo:

- Es una idea genial que seguro que no falla. Sí, sí, sí, sí

En este punto la Intriga, que estaba realmente intrigada, pensó:

- "¿Cuál será la idea tan buena que ha tenido esta Locura? "

Y la Locura seguía dando botes y haciendo cabriolas y diciendo:

- ¡Lo tengo! ¡Lo tengo!.

Y la Intriga que estaba cada vez más intrigada, azuzada por la Curiosidad preguntó por fin:

- Oye, ¿Y cual es esa idea tan buena?.

La Locura dio un brinco y después otro y dijo:

- Muy fácil, muy fácil, muy fácil. ¡Se trata de un juego!.

Como la Locura seguía dando saltos y no parecía que fuese a decir nada más, la Intriga preguntó:

- ¿Y que juego es?

- Es muy sencillo, es un juego genial y muy divertido. - dijo la Locura - Es el juego del escondite.

Entonces la Intriga sí que se quedó intrigada. Y como ya no podía soportar tanta intriga dijo:

- ¿Y qué demonio de juegos es ese?.

- Muy fácil, muy fácil, muy fácil. - dijo la Locura dando vueltas alrededor de la Intriga - Uno de nosotros se pone a contar de uno a cien de cara a un tronco muy grande y con los ojos tapados. Y los demás salen corriendo a esconderse donde puedan. Luego el que cuenta sale a buscar a los demás. Si al último que encuentre es una virtud, serán las virtudes las que habiten al hombre en mayor número, si es un vicio serán los vicios los que habiten a los humanos.

Entonces alguien entre la multitud dijo:

-¿Y si encuentra una pareja de virtud y vicio?.

La Locura pensó un instante y dijo:

- Muy sencillo, se repartirán por igual.

La Inteligencia, que hasta entonces se había creído la más inteligente pensó:

- "Vaya ideota que se le ha ocurrido a esta Locura. ¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí?."

Entonces la Intriga preguntó:

- ¿Y quien va a contar?.

Y la Ternura dijo:

- Anda, Locura, ya que se te ha ocurrido a ti tan buena idea, ¿qué mejor que seas tú quien cuente?.

- De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo. - dijo la Locura.

Y se fue a un tronco a contar:

- Veintisiete, cuarenta y dos, catorce, sesenta...

Todas las virtudes y los vicios salieron corriendo a esconderse.

La Justicia cogió de la mano a la Verdad, porque la Verdad siempre acompaña a la Justicia, y se fueron hasta un río que pasaba por allí cerca. Era un río de aguas cristalinas y puras. Y la Justicia dijo:

- Nos esconderemos aquí, para que luego digan que la Justicia no es clara. -

Y la Justicia se escondió en el fondo del río junto con la Verdad.

La Ensoñación cogió a la Ternura de la mano y dando saltitos se fueron a esconder detrás de una nube rosa. Y allí comenzaron a pintar las nubes de tonos morados, rojos, rosas y azules. Y es por eso que en los atardeceres el cielo se llena de nubes de colores.

La Lujuría cogió de la mano a la Pasión y juntas escalaron una montaña para esconderse en ella. Pero una vez dentro la temperatura empezó a subir y las rocas a calentarse y a fundirse hasta que la Lujuría y la Pasión hicieron nacer un volcán en aquella montaña.

La Pereza no se movió de donde estaba. Con el sueño que tenía ella, se iba a molestar en esconderse. Vamos, y se echó a dormir detrás de un banco que había por allí cerca.

Y así se fueron escondiendo todos, todos menos dos.

- treinta y tres, cincuenta y ocho, siete...

La Envidia, envidiosa como siempre, quería saber donde se escondía todo el mundo y se quedó allí en medio.

- setenta y siete, ochenta y seis, cincuenta y uno...

El otro que no se escondía era el Amor. Porque el amor es indeciso y no sabía dónde esconderse.

La Locura estaba llegando al final de la cuenta:

- noventa y ocho...

El Amor y la Envidia no sabían dónde meterse. La envidia vio un pino y se subió en lo alto.

- noventa y nueve...

En el último momento el Amor se tiró a un rosal de rosas rojas donde nadie se había escondido porque estaba lleno de púas.

- y ¡cien!.

La Locura se dio la vuelta y empezó a buscar a sus compañeros.

- ¡Cruz por la Lealtad!.- La Lealtad, leal como era, no se había movido del lado de la Locura.

- ¡Cruz por la Esperanza!.- La Esperanza se había escondido cerca pensando que quizá no la encontrarían.

- ¡Cruz por la Ignorancia!.- La Ignorancia, despistada salió preguntando

- ¿A qué estamos jugando?

- ¡Cruz por la gula que está comiendo pasteles!.

- ¡Cruz por la Soberbia!.

La Soberbia salió muy encendida y dijo:

- Me había escondido muy bien, ¿A que me has encontrado de las últimas?, ¡Vamos, con lo bien que me escondo yo!

- ¡Cruz por la Humildad!.

La Humildad se acercó a la Locura y le dijo:

- La verdad es que me has encontrado un montón de bien.

- ¡Cruz por la Pereza!.

La Pereza seguía durmiendo plácidamente a pesar de todo el alboroto que la Locura estaba montando.

La Locura llegó hasta el río de aguas cristalinas, miró al fondo y vio a la Verdad y a la Justicia. Y gritó:

-¡La Justicia y la Verdad están allá abajo!.

La Justicia, que vio que la habían visto, revolvió el fondo para que las aguas se volvieran turbias y no pudieran verlas. Y le dijo a la Verdad:

- Tú quédate aquí que yo saldré por las dos y convenceré a la Locura de que no te ha visto.

Y la Verdad le hizo caso y allí se quedó, y la Justicia salió corriendo detrás de la Locura, y corría más y más hasta estar a punto de alcanzarla cuando de repente se tropezó con una piedra y se cayó. Con la caída se había lastimado una rodilla, pero aun así se levantó y siguió corriendo cojeando, pero cuando llegó la Locura ya había llegado.

Es por eso que la Justicia cojea, pero siempre llega. Y desde entonces a la Verdad no se le ve por ningún lado.

Entonces la Locura se fijó en que la montaña donde se habían ocultado la Pasión y la Lujuria ahora era un volcán.

-¡Qué raro! - se dijo la Locura. Y fue a investigar.

Así que la Locura subió por la ladera del volcán y se asomó al borde del cono. Y allá abajo, en una repisa de piedra Pasión y Lujuria estaban dando rienda suelta a todo lo que representaban. La Locura, avergonzada, dijo mirando para otro lado:

-¡Cruz por la Lujuria y la Pasión que están ahí abajo haciendo cosas feas! - y se fue corriendo dejando a la Lujuria y a la Pasión, quienes no se habían enterado de nada, con sus cosas.

Luego la Locura miró al horizonte y vio nubes de colores en forma de dragones, elefantes, princesas, duendes y castillos. Y pensó la Locura:

- "Esto parece cosa de la Ensoñación, y si la Ensoñación está por aquí la Ternura no tiene que andar lejos".

Y efectivamente, subió hasta las nubes y allí vio a la Ensoñación contándole cuentos a la Ternura y esta mientras tanto hacía nubes con las formas que le relataba la Ensoñación. Y la Locura, viéndolas tan atareadas no quiso molestarlas y escribió en una nube: "¡Cruz por la Ensoñación y la Ternura!." Y se fue.

La Locura ya había descubierto a todo el mundo menos a dos: la Envidia y el Amor (ya que a pesar de lo que decía la Justicia, ella tenía una cierta idea de por donde estaba la Verdad. Los locos están locos, pero no son nada tontos). Ya no sabía dónde buscar y miró al cielo para pedir ayuda. Y con esto vio a la Envidia que estaba en lo alto del pino.

- ¡Cruz por la Envidia!.

La Envidia, envidiosa de que no hubieran encontrado al Amor, se bajó del árbol y dijo:

- Pues el amor está escondido en esas zarzas.

La Locura dio vueltas a la zarza pero no vio al Amor, y es que el Amor es difícil de encontrar a veces.

- Pero busca bien, que está ahí.- dijo la Envidia.

La Locura intentó apartar las zarzas con las manos pero se pinchó

-¡Ay!

Y es que a veces el Amor hace daño sin querer.

- Pero busca bien, que seguro que está ahí. - azuzó la Envidia.

La Locura ya no sabía que hacer y cogió una horca de dos puntas y comenzó a pinchar las zarzas con ella. Finalmente se oyó un grito que dejó a todos helados:

-¡Ahhhhh!. -

El Amor salió de las zarzas con las cuencas de los ojos vacías bañadas en sangre en sangre. La Locura no sabía que hacer, todos le estaban mirando, y sintiéndose culpable por lo que había hecho le prometió al Amor que a partir de ese momento sería su lazarillo.

Y es por eso que dicen que el Amor es ciego y siempre va acompañado por la Locura.
Mario Benedetti.

8.5.19

LA MUERTE DEL HOMBRE BUENO

(cuento fantástico):
En un oscuro bosque del lejano Japón, un monje guerrero de las montañas permanecía sumido en sus meditaciones junto a una hoguera, tan inmóvil y silencioso como una estatua de Buda. Entonces hicieron su aparición dos hombres con aspecto de rufianes, que se dirigieron a él con suma cortesía (no porque sintieran un piadoso respeto hacia los religiosos, sino porque aquel monje llevaba una espada) y le preguntaron:
-Buen monje, ¿no habéis visto por aquí a una niña vestida de azul? Huyó de su casa y nosotros la estamos buscando por encargo de sus padres.
El monje respondió:
-No, no he visto a ninguna niña vestida de azul. Os ruego que prosigáis vuestra búsqueda en otro lugar y no turbéis más mi meditación.
-Eso haremos, señor. Bien sabemos que alguien de vuestra condición nunca mancillaría su alma con una mentira. Que la gracia del Gran Buda os acompañe.
Dicho esto, los rufianes se fueron y, cuando se extinguieron los ecos de sus pasos, el monje dijo, sin alzar mucho la voz:
-Ya puedes salir de tu escondite. Fue una suerte que te cayeras al río y tuvieras que quitarte la ropa para ponerla a secar. De ese modo no mentí cuando dije que no había visto ninguna niña vestida de azul. Ahora será mejor que te acerques al fuego y te calientes un poco.
Mientras el monje pronunciaba estas palabras, una niña de doce años salió de su escondite entre los arbustos. Aunque tenía el rostro pálido y demacrado, no carecía de cierta belleza. Se acercó tímidamente a la hoguera y se sentó frente al monje, quien le dedicó una sonrisa tranquilizadora y le dijo:
-Mientras te secas, ¿por qué no me cuentas tu historia? Seguramente no es la misma que me contaron esos hombres.
La niña titubeó durante unos instantes y luego dijo:
-Yo vivía con mi familia en una aldea de las montañas. Un día, mientras mis padres estaban trabajando en el campo, unos forasteros me raptaron para venderme a un prostíbulo de la ciudad. Algunos días después logré escapar y esos hombres me buscaban para devolverme al burdel. Y vos, señor monje, ¿qué hacéis en este lugar tan solitario?
El monje la miró con tristeza y le dijo:
-No siempre he sido monje. A lo largo de mi vida he sido guerrero, mercenario e incluso espía. Muchos son los pecados que pesan sobre mi alma, pero hay una cosa que puedo decir con orgullo: jamás he mancillado mi acero con sangre inocente. Sin embargo, una hechicera a la que maté profetizó, antes de morir, que algún día yo mataría a un hombre bueno. Aunque no creo mucho en los poderes de las brujas, decidí alejarme de las tierras habitadas y buscar refugio en los bosques, para asegurarme de que esa profecía jamás se hará realidad. De todas formas, no tengo ningún otro sitio adonde ir.
-¿Y pensáis quedaros en estos bosques para siempre?
-Quizá sí. Pero antes te acompañaré a tu aldea, pues el camino que te separa de ella es largo y peligroso. Ahora come y descansa. Mañana, cuando amanezca, emprenderemos el viaje.
-Muchas gracias, señor. Solo vos habéis sido amable conmigo desde que me secuestraron.
El monje no dijo nada más y se sumió en sombrías meditaciones, mientras la niña engullía su humilde cena con la voracidad de quienes han conocido el hambre. Tras una noche bastante apacible, el monje y la niña iniciaron su viaje. Atravesaron el bosque y llegaron a las montañas que rodeaban la aldea de la muchacha. Una vez allí, vieron que un reciente deslizamiento de tierras había bloqueado el camino, por lo que se vieron obligados a buscar una vía alternativa. No tardaron en descubrir un sendero medio devorado por la maleza, que aparentemente llevaba muchos años en desuso. El monje se lo indicó a la niña, pero esta palideció intensamente y dijo con voz trémula:
-Señor, ese es un camino muy peligroso, porque pasa cerca de una aldea maldita. Por eso nadie lo usa desde hace muchas generaciones.
-¿Pero qué es lo que pasa allí?
-Se dice que los habitantes de esa aldea no son seres vivos, sino fantasmas que se han levantado de sus tumbas para alimentarse con la sangre de los vivos.
-¡Estúpidas supersticiones! No tengas miedo y acompáñame. Todas esas historias sobre fantasmas que beben sangre son cuentos para niños. Y, aunque esos seres existieran realmente, yo sabría devolverlos a la tumba con mi espada.
Aunque la niña no parecía muy convencida, optó por fiarse del monje y seguir sus pasos. Durante las últimas horas del día atravesaron un lugar agreste y melancólico, donde ningún pájaro cantaba e incluso las plantas que crecían entre las rocas ofrecían un aspecto enfermizo. Ya era casi de noche cuando llegaron a una aldea aparentemente abandonada. Al ver aquellas casas medio derruidas, la niña le dijo al monje, sin disimular su terror:
-¡Por favor, no nos detengamos aquí! Prefiero pasar la noche entre las fieras de las montañas que entre los fantasmas de este lugar encantado.
Aún estaba hablando la niña cuando una figura esquelética surgió del interior de una casa y se abalanzó sobre el monje, rugiendo como una bestia enfurecida. Por suerte, este se hallaba más alerta de lo que parecía y tuvo tiempo de sacar su espada. El monstruo, empujado por su propio ímpetu, se ensartó en la punta de la espada y murió entre horrendos estremecimientos de agonía. Cuando examinó su cadáver, el monje reconoció que era una criatura horrible, pero no por eso dejó de intuir la verdad: aquel pobre desgraciado no era un fantasma ni un vampiro, sino la víctima de alguna terrible enfermedad, que había depauperado su cuerpo y su mente hasta extremos abominables. De todos modos, convenía irse de allí cuanto antes, pues era posible que aquel ser no estuviera solo. El monje se volvió para buscar a la niña, pero entonces se percató de que esta había desaparecido. Asustado, la llamó varias veces, pero la única respuesta que obtuvo fue un gemido procedente de un bosquecillo cercano. Armándose de valor, el monje penetró en la espesura y allí encontró a la niña, atrapada y amordazada por una docena de manos espectrales. Sin duda, los moradores de la aldea la habían capturado mientras uno de ellos atacaba al monje en una maniobra de distracción. Y, fueran cuales fueran sus intenciones hacia ella, desde luego no eran buenas. El monje era dolorosamente consciente de que él solo nunca podría vencer a media docena de monstruos sanguinarios, pero tampoco podía dejar de ayudar a la pobre niña. Entonces comprendió cuál sería su destino y se dijo:
-No es que yo me considere un hombre especialmente bueno. Pero es sabido que las profecías nunca se cumplen del todo.
El monje sonrió con tristeza y, en vez de atacar a los monstruos, se clavó la espada en su propio vientre. Los monstruos, enloquecidos por la visión de la sangre que huía de sus entrañas, soltaron a la niña y se arrojaron sobre el monje moribundo, gruñendo y babeando como perros hambrientos a los que se les arroja un hueso.
La niña aprovechó aquella oportunidad para huir de la aldea, mientras los monstruos devoraban el cuerpo de su salvador. Durante toda la noche caminó bajo la luz de la luna, llorando por el hombre que había sacrificado su vida para salvarla. Al día siguiente, llegó, hambrienta y extenuada, a la aldea donde vivía su familia. Ella estaba destinada a vivir muchos años, pero hasta el último día de vida se acordó de aquel monje, pese a que nunca había llegado a saber su nombre.

5.5.19

UN GRAVE PROBLEMA

UN GRAVE PROBLEMA.
(Cuento).
Don Mariano soñaba con poseer un automóvil algún día, para dedicarse a su hobby de pasear de noche, pero como lo quería de un modelo reciente, hubo de esperar muchos años, hasta juntar peso a peso el dinero suficiente para adquirirlo. Más de treinta años de ahorros. Se había prometido no conducir vehículo alguno, a menos que no fuese el suyo, y así fue.
Una tarde, se apareció al hogar, guiando su flamante automóvil.
Carecía aún de licencia de conducir, pero como era un zorro muy viejo, ya se entendería con las patrullas policíacas.
Su mulata mujer, de belleza espantada por las desilusiones, a diferencia de los hijos, que saltaban de alegría, como una manada de alucinados primates, no estaba del todo conforme, pues el auto era negro y ella deseaba que fuese blanco, pero al fin y al cabo, contagiada de la felicidad de los muchachos, también se contentó.
Entrada la noche, don Mariano se vistió lo mejor que pudo, se colocó una cachucha para ocultar la calva, y abordó su automóvil, partiendo rumbo a la ciudad, para lo cual habría de recorrer unos diez kilómetros de oscura carretera. Le parecía estar viviendo el sueño más feliz de su vida.
Pero la felicidad iba a durarle muy poco.
En el trayecto sufrió una gran decepción, pues todo lo del vehículo funcionaba a la perfección, menos las luces, tan opacas, que no le permitían ver el pavimento, haciendo que el carro se maltratara al caer bruscamente en las grietas, impactara obstáculos y chocara de refilón en los barrancos.
Ante tal situación, don Mariano, desilusionado, decidió regresar a su casa.
Al día siguiente, muy temprano, se apareció ante el vendedor de autos, con la cara atravesada de ira.
--Mire señor --le dijo en tono grave--.    
Todo funciona a la perfección. Lo único malo que tiene el carro, es la iluminación pésima. ¡Esos faroles no alumbran nada!
El cinico vendedor de autos, pálido y de marcada ambición en su rostro, muy gentilmente, le pidió excusas, a la vez que se sujetaba la cabellera con los lentes de sol por encima de la frente.
--Si es tan amable, don Mariano, puede acompañarme a la tienda de repuestos
--propuso--. Compraré las mejores luces para su auto! ¡Usted lo merece! Quiero que sea testigo, pues a mayor transparencia,  más amistad.
Don Mariano aceptó y fueron juntos a la tienda de repuestos. El vendedor de autos, como no quería que su dealer se desacreditara, dispuso que al automóvil de don Mariano se le instalase el mejor sistema de luces del mercado.
Muy conforme, don Mariano se marchó, ansioso de que anocheciera, para probar las luces nuevas.
A eso de las diez de la noche, en medio de una espesa oscuridad, por segunda vez, tomó la carretera, pero el problema persistía, pues a pesar de las luces encendidas, si algo se veía, era porque ya se había acostumbrado a guiar a tientas.
Luego de mascullar todas las maldiciones del mundo, se fue a su casa aburrido, y tan pronto como amaneció, sin haber podido dormir debido a la desilusión, llegó resoplando ante el vendedor de autos.
--Aquí estoy de nuevo, señor vendedor
--le dijo, en tono airado--. ¡Mire!, ¡ahí está su auto! ¡Devuélvame mi dinero cuanto antes! ¡Al demonio con el maldito negocio! ¡Las luces del automóvil no funcionan!
El vendedor lo miró sin hallar que hacer ni que decir. En sus muchos años en el oficio, nunca había tenido una situación así.
--Está bien don Mariano --dijo por fin, amablemente el vendedor--. Nueva vez le pido excusas por las tantas molestias que le hemos causado. Descartamos que el problema sean las luces, pues delante de usted, le han sido colocadas las mejores y se le han sustituido los faroles. Dispondré una nueva revisión completa al sistema eléctrico del auto, y le daremos respuesta satisfactoria en el menor tiempo. Si hemos de anular el negocio, no habrá ningún problema.
Al rato, luego de realizar el chequeo completo, comprobando lo perfecto del sistema eléctrico y por si acaso, la limpieza de los faroles, el maestro electricista, intrigado, le propuso a don Mariano probar juntos durante la noche el funcionamiento de las luces, en la misma carretera, para averiguar con sus propios ojos lo que pasaba.
Vendedor y comprador estuvieron de acuerdo. Si las luces no funcionaban, le sería recibido el auto y devuelto el dinero.
A las diez de la noche, el electricista automotriz, negro y delgado como un poste chamuscado, llegó a la casa de don Mariano, quien lo esperaba en el estacionamiento. El estruendo de la motocicleta en que andaba, había anunciado su llegada desde varios kilómetros.
--¡Vamos!, si me permite, yo conduzco su automóvil
--le dijo--. ¡Así el trabajo me resultará más seguro!
Don Mariano aceptó en silencio, entregándole la llave, y se acomodó a su lado, mientras éste accionaba los pedales y el volante del automóvil.
El auto cruzó el patio de la casa ampliamente iluminado, tomando la oscura carretera, a velocidad regular, esquivando todo tipo de obstáculos, sin ningún tropiezo. Pero inexplicablemente, don Mariano, víctima de pánico, trataba en vano de ver la carretera, al tiempo que intentaba hacer detener la marcha.
--¡Mire cuidado! --gritaba--. ¡No se ve nada hacia adelante!, ¡vamos a estrellarnos! ¡Deténgase! ¡Estas luces tampoco funcionan!
Por su parte, el electricista automotriz, sin inmutarse, lo apartaba con una mano, continuando al volante, viendo la carretera tan iluminada por las luces del automóvil, como un estadio de béisbol, o como si fuese de día, satisfecho no tan sólo de su trabajo, sino también, de haber descubierto el grave problema oftalmológico de don Mariano.

Fin

Autor:

Armando Pérez M.,
República Dominicana.

CIEGOS DE AVARICIA

CIEGOS DE AVARICIA
(Cuento).
     Cada vez que la vieja pasaba, todos se burlaban del perro flaco, coludo y cabezón que la acompañaba. Durante años, por más perros que las manadas de perros callejeros azuzados por muchachos y borrachos le mataban, ella siempre se resignaba adoptando otro parecido, al que bautizaba con igual nombre.
     Hasta que un día, uno de los azuzadores, a quien ya ella tenía mal mirado, de un modo despectivo, le preguntó que dónde había encontrado ese perro tan raro y que miraba como tan despreocupado.     
     --Cualquiera se engaña --se limitó la vieja a contestar.
     Luego, mientras encendía la pipa, lo miraba a intervalos con sus ojos semi ocultos entre las cuencas, y aunque lo odiaba demasiado, trataba de disimular.
     --¡Búsquese todos los perros de por aquí! --le dijo intempestivamente la vieja--. ¡Para que echemos una pelea!
     Los ojos del azuzador se agrandaron de la sorpresa y se quedó mudo, mientras ella lo escudriñaba desafiante, aguardando la respuesta.
     --¿Pero... será una sola pelea de su perro con todos los otros? --preguntó el hombre, dudoso, a modo de respuesta.
     El sujeto del bajo mundo, descuidado, cuya respiración era una avalancha de alcohol y tabaco, esperó impaciente la respuesta de la flaca y arrugada vieja, quien para desconcertarlo, hizo una pequeña pausa antes de responderle.
     --Jajaja, el pleito será igual a los otros
--contestó la vieja, luego de varios malos pensamientos--. ¡Todos contra uno!
     Su pícaro rostro era como máscara de bruja, ensombrecido por la sed de venganza, y su risa confundía al tipo, quien tras reponerse ligeramente de la intriga, aceptó burlón, marchándose con una mueca de sonrisa endemoniada estampada en su rostro maldito.
    --¡Nos veremos en la calle principal!
--voceó de lejos.
     El malicioso azuzador caminaba, mientras pensaba levemente en que, días antes la vieja llevaba su perro atado con una débil cuerda, y ahora, a pesar de que el animal se notaba más arruinado, lo sujetaba con esa gruesa cadena, pero su mente de borracho ya no le permitía concretar juicios de valor y se olvidó del asunto.
     Así que el hombre se consiguió como treinta perros; todos los que pudo encontrar en el barrio, entre ellos de las razas pitbull, pastor alemán, guardián, y otras, bravísimos, acostumbrados a las peleas.
   Cada dueño acudió con su perro a la cita, donde ella esperaba, fumando tranquila su pipa. Echado a su lado, el inseparable, tranquilo y delgado perro de cabeza muy grande y cola larguísima.
     Era un montón de huesos sarnosos, de pelos sucios desaliñados.
     Algunos de los que acudieron, al ver a la insignificante vieja, tanto como su pobre perro, iban a marcharse pensando que la pelea entre tantos perros bravos con ese embeleco, no tendría sentido, ni la vieja dinero para las apuestas.
     --Vieja loca --decían.
     La anciana, que había vendido todo lo que tenía preparándose para la pelea, metió una flaca mano en el bolsillo de su falda, sacando un gran fajo de billetes, animándolos a las apuestas, sacudiendo el dinero ante los ojos de los apostadores, mientras giraba sobre sus pasos.
     El rubio sol de las tres de la tarde era calmado por la cálida brisa que, le estampaba las ropas andrajosas a su figura de edad infinita y le alborotaba el cabello blanco, dándole un aspecto misterioso.
     Algunos que ya iban lejos con sus perros feroces, se devolvieron y formaron un círculo al que se sumaron cientos de curiosos.
     Cuando todo estaba listo, seguida de su imperturbable y extraño perro, se introdujo hasta el centro.
     A pesar de lo triste e insignificante del raro perro, extrañamente, todos los de raza que con él competirían, se pusieron muy nerviosos.
     Era indudable que le temían, queriendo huir del lugar, pero sus dueños, por más que miraban a ese enclenque, sin notar la diferencia entre éste y sus perros comunes y corrientes, ciegos de avaricia por obtener el, dinero de la vieja, no advertían el peligro, sujetándolos con fuerza, para que no escapen.
     A la cuenta de tres, todos los perros fueron liberados por sus dueños. Pero al verse sueltos, hasta los de mejor raza, huyeron gritando despavoridos, tratando de esconderse en cualquier lugar.
     --¡Al ataque! --gritó la vieja.
      Su voz espeluznante, fue diluida por el murmullo de la multitud y por los gruñidos nerviosos de los perros.
     Entonces, parsimonioso, el perro raro persiguió a los muchos otros, por todas partes, sin inmutarse ni ponerse demasiado furioso, haciéndolos pedazos con simples mordiscos, en pocos minutos.
     Los perseguía implacable hasta el interior de las casas, cuyos dueños asustados se trepaban en los caballetes, y los sacaba a sacudiones de las casetas improvisadas de los buhoneros, de los callejones y de las letrinas, mientras la mayoría de los curiosos miraban encaramados en las azoteas.
     Luego, a regañadientes, víctimas de pavor, los dueños de los perros eliminados de manera misteriosa, incrédulos, no tuvieron más remedio que pagar a la vieja las apuestas, a la vez que algunos tunantes amontonaban los cuerpos inertes. Los apostadores la miraban con odio y ganas de matarla, pero ante el extraño y temible perro que veían le acompañaba, la dejaban en paz, mientras ella se alejaba, contando el dinero ganado, satisfecha por la buena idea que había tenido, de afeitar y disfrazar a su león.

Fin

Autor:
Armando Pérez M.
República Dominicana.

segunda oportunidad

"Siempre hay una ".

Una mujer sufrió un paro cardíaco; casi a punto de morir, un ángel se presentó ante ella para decirle, que evaluando sus buenas acciones y sus errores no podía entrar al cielo, y le propuso permitirle estar en la tierra unos días más, hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban. La mujer aceptó el trato y regresó a su hogar junto a su esposo. El hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.
Ella pensó: Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá, hace tiempo dejé de cocinarle. Él ahora plancha su camisa para ir a trabajar. Intentaré... darle una sorpresa.
Cuando el hombre salió de casa, ella planchó su camisa favorita y la colgo con primor, preparó una deliciosa comida, puso flores en la mesa, colocó los viejos candelabros con velas rojas, y escribió una nota que puso en el sofá, la cual decía:
Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra. Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del otro. Ese amor aún con vida, nos espera. "Si puedes perdonar todos mis errores, allí nos encontraremos".
Tu Esposa, que te ama.
.
Cuando terminó de escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores", pensó: ¿me he vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón? cuando fue él quien empezó a venir enojado de la calle, cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo. Yo tenía que arreglarme haciendo malabares, y todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a beber, y confinado al sillón, exigía silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba dinero para mis hijos. Él lo arruinó todo; y ahora... ¿yo tengo que pedirle perdón?
Enfurecida rompió la carta. Pero en ese momentos escuchó la voz del ángel que decía:
"Recuerda: algunas buenas acciones, y alcanzarás el cielo, de lo contrario no podrás entrar".
La mujer pensó: ¿Valdrá la pena lo que estoy haciendo?, rehizo la carta, agregando aún más palabras cariñosas.

“Perdoname mi amor, no supe comprender entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo luego de tantos años. ¡Debiste haberte sentido tan mal!
Recién ahora recuerdo tus sueños de... “Cuando me jubile... ”. ¡Cuántas cosas querías hacer al jubilarte!.Y yo pude haberte impulsado a que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en ese taxi.
Ahora recuerdo aquella noche de locura, cuando rompí las cartas de amor que habías escrito para mí, y le prendí fuego a todas las telas de los cuadros que pintabas. En ese momento me enfurecía verte  encerrado en ti mismo, y gastando el último dinero en pomos de pintura para nada. Debí haberte impulsado a vender esos cuadros. Eran realmente hermosos. Comprende, yo también estaba desesperada, yo también me sentía insegura sin el salario de la fábrica y no supe ver tu preocupación, tu dolor, tu miedo y frustración.
Perdóname por favor, te prometo qué de hoy en adelante, todo será diferente.
Tu esposa, que te ama.
.
Cuando el marido regresó de trabajar, al abrir la puerta notó algo distinto: un olor delicioso a comida, las velas en la mesa, su música favorita sonando suavemente, y la nota en el sofá. Cuando la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el sillón llorando como un niño. Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y le dio un tierno beso. Luego comieron la exquisita comida que ella había preparado, y rieron felices mientras recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.
Después, él la ayudó a levantar la mesa, como siempre lo hacía.
Mientras ella lavaba los platos, vio por la ventana, qué en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le dijo:
¡Por favor ángel! intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este día, necesito un tiempo más, para poder impulsarlo a que vuelva a pintar sus cuadros. Te prometo que en poco tiempo, él estará feliz y seguro, y yo, podré ir donde me lleves. El ángel la miró y dulcemente le contestó:
No tengo que llevarte a ningún lado, ya estás en el cielo, te lo has ganado. Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo siempre está al alcance de tu mano.
En ese instante, la mujer escuchó la voz de su marido, que le decía:
“Mi amor, hace frío, ven a acostarte mañana será otro día.
Sí, pensó ella, gracias a Dios, mañana será otro día.

4.5.19

Un Pálido Punto Azul

En 1990 el Voyager 1 –lanzado en 1977– tomó desde un lindero del Sistema Solar, a pedido del científico Carl Sagan, la famosa fotografía de la Tierra que aquí se reproduce, titulada en inglés “Pale blue dot” (“Punto azul pálido”). Unos años después, Sagan reflexionó sobre esta imagen.

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Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor y explorador, cada maestro moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra supuesta importancia, el espejismo de que ocupamos una posición privilegiada en el universo … Todo eso lo pone en cuestión ese punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad —en toda esa inmensidad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos sólo de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y yo añadiría que también forja el carácter. En mi opinión, no hay mejor demostración de la locura que es la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, recalca la responsabilidad que tenemos de tratarnos los unos a los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido.

Carl Sagan (9 de noviembre de 1934 – 20 de diciembre de 1996).

KC
Sin duda, uno de los mejores textos que se han escrito sobre la realidad cósmica de la existencia. Corto, preciso, descriptivo, realista y directo. Debería ser de “obligado” estudio en todas las escuelas que realmente quieran formar alumnos con criterio…

Wally Opina

Wally Opina es un reportaje semanal del formato Late Show con el objetivo de entretener y dar opinión acerca de los hechos políticos y de ac...