18.1.19

Vale la pena vivir

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Tal vez todos en algún momento de la vida hemos tenido la idea de acabar con nuestra existencia, quizás por alguna desilusión amorosa, por alguna enfermedad, por la necesidad de reunirnos con algún ser querido fallecido, por deudas... En fin motivos hay muchos, pero el mio era porque estaba cansado de luchar.

Desde niño tuve una vida complicada. No es que haya sido un niño no deseado, es sólo que después de mi nacimiento y el de mi hermano, mi padre nos  abandono, dejándonos en el desamparo y en la más  completa miseria.

Desde pequeño conocí el hambre y el abandono. Mi madre por su lado volcó todo su odio, ira y frustración en nosotros, pero aun más en mí, por ser el hijo mayor.

Las golpizas eran diarias ya sea por no llegar a casa con algunos pesos o bien porque habían algunos días en que me sentía mal y no quería salir a pedir dinero a la calle. Ésto mi madre lo tomaba como un acto de rebeldía por lo que sin medir fuerzas me golpeaba hasta que perdiera el conocimiento o bien ella se cansara.

Me crié con vergüenza, las pocas veces que podía ir a clases sufría las burlas de mis compañeros, era el niño golpeado del colegio, ésto lejos de provocarles compasión parecía que los alentaban a seguir maltratandome, me sentía el objeto de violencia de todos los que me rodeaban.
Es increíble como actuan algunos seres humanos, pensaba... ¿En que mundo tan cruel vivía? en el que si te ven en el suelo en vez de brindarte ayuda te patean con más furia.

Fue éste el motivo por el cual deje de asistir a clases y decidí trabajar, ya era un poco más grande con siete años ya no quería seguir pidiendo limosnas en la calle por lo que me ofrecí a ayudar a la gente de un mercado. A cambio de unas monedas ayudaba a cargar bolsas o a acarrear frutas y verduras de los comerciantes, no era mucho lo que ganaba pero al menos nos alcanzaba para llevar algo de pan y verduras a casa. Esto no era todos los días, habían ocasiones en que no ganaba nada y debía someterme a los continuos castigos de mi madre.

En las tardes luego de recibir sus castigos caminaba con dificultad por el dolor y con la cara empapada por las lágrimas, hasta  llegar a  un parque cercano, en donde veía con el corazón destrozado, como las demás madres amorosas, llevaban a sus hijos a jugar, a los cuales trataban con tanto amor. Yo soñaba con tener una caricia de mi madre o una linda palabra de cariño, pero esto jamás ocurrió.

Al pasar un par de años las cosas empeoraron, mi madre enfermo de cáncer sufriendo grandes dolores, a pesar de los malos tratos recibidos de parte de ella me dolía verla sufrir. Me sentía impotente de no poder ayudarla, por lo que cuando falleció me sentí aliviado de que acabara con su sufrimiento... Por fin descansaria.

En ese entonces con trece años, me sentí perdido en el mundo. Mi familia no se quiso hacer cargo de mi, solo lo hicieron de mi pequeño hermano, por lo que decidieron recluirme en un hogar de menores.

La persona encargada me explicó el escenario al cual me enfrentaría, estaría conviviendo con niños abusivos, la mayoría estaban recluidos por tener  historial de victimarios  de violencia y abusos sexuales, era un lugar peligroso para un niño como yo, tímido y de poco carácter.

Le ofrecí un trato a la supervisora de dicho internado, le explique que trabajaba y que con eso me alcanzaba para alquilar una habitación y podría mantenerme solo, puesto que ya era algo que hacía al estar a cargo de mi familia anteriormente. La supervisora aceptó mi trato, no sin antes advertirme que si me metía en problemas regresaría a ese lugar, sin oportunidad de poder salir hasta cumplir la mayoría de edad.

Así llegue a la calle, era verdad que trabajaba, pero mentí al decir que ganaba lo suficiente para poder mantenerme, dormía entre los escombros, cubierto de cartones para poder protegerme de las frías noches de invierno, estuve expuesto a delincuentes y narcotraficantes que me ofrecían "ayuda" a cambio de trabajar para ellos.

A pesar que tenía muchas necesidades jamás quise involucrarme en un ilícito, por lo que rechace sus ofertas.

Al cumplir la mayoría de edad pude conseguir un trabajo oficial, con el que pude alquilar una habitación y salir de la calle, sentía que mis esperanzas se renovaban, pensaba que por fin podría vivir como una persona normal.

Con esa ilusión junte algo de dinero para poder pagar mis estudios, pero al tiempo conocí a una linda chica de quien me enamoré perdidamente. De ella fue que recibí las primeras demostraciones de afecto, lo cual me llevaron a sentir un gran apego... Yo hubiese dado lo que fuera por ella, y así lo hice. Cuando ya tenía una buena cantidad de dinero le comenté mis planes para comenzar a estudiar, pero esta me propuso que con ese dinero podríamos invertir en un negocio el que  ella ya tenía casi listo. Confíe en ella y le entregue todos mis ahorros... Esa fue la última vez que la vi.

Nuevamente con la decepción a cuesta y ya pensando en la crueldad de las personas, decidí que ya no valía seguir luchando en esta vida... Que no valía la pena estar en un lugar en que las personas eran indolentes al sufrimiento ajeno y comencé a buscar la forma para acabar con mi vida, no por cobardía sino por cansancio.

Aprendí a como poder utilizar una cuerda de forma adecuada para hacer un nudo resistente para un ahorcamiento, no quería un nudo cualquiera, quería algo especial... Quería irme con estilo y dignidad.

Cuando por fin logré hacerlo, colgué la cuerda a la viga del techo de mi habitación, pero ésta no resistió mi peso y se quebró botandome al suelo. Me sentí frustrado, pero no me di por vencido, buscaría una forma más efectiva para poder matarme.

En ese entonces trabajaba en un campo agrícola, veía como los capataces manejaban sus armas y decidí que esa sería la forma en que lograría mi objetivo.

Me escabulli en la oscuridad de la noche y me adentre en las oficinas en donde guardaban sus armas y tome una.

Al llegar a mi habitación me di cuenta que aquella arma tenía solo una bala, pero pensé que con una era suficiente. Tenía todo listo, ya con la pistola en mi cien a punto de tirar del gatillo, cuando alguien golpea mi puerta en forma violenta, me sorprendí en el momento y dejé el arma en mi mesa de noche para acudir al llamado, en ese instante al llegar a la puerta dirijo una mirada a la pistola y veo como esta asombrosamente se dispara haciendome perder la única bala que tenía.

Me arrodille en el piso gritando al cielo mi mala suerte, como era posible que ni siquiera poder acabar con mi vida me resultara bien. Sentía rabia, impotencia, dolor de estar pegado a una vida miserable que rechazaba, lloraba por ser ignorado o no ser digno de que la muerte me visitara, pero no me daría por vencido, seguiría luchando, ya no por mi vida esta vez, si no por verme cara a cara con la muerte, ese era mi objetivo y lo conseguiría cueste lo que me cueste.

Cuando se dieron cuenta en mi trabajo de lo que había hecho, me despidieron y nuevamente llegué a la calle.

Caminé en la  oscuridad  buscando la forma de acabar con mi vida, pensé en arrojarme a un camión, pero no quería perjudicar a nadie con mi actuar, y sabía que si lo hacía, acusarian al chófer de asesinato. No quería ser el responsable de que otra familia sufriera por mi causa.

Seguí caminando y llegué a un hospital, entré en forma sigilosa y me introduje en la farmacia de donde saqué medicamentos antidepresivos, los cuales eran lo suficientemente efectivos para causar una muerte.

Salí del hospital con mis bolsillos llenos de esas pastillas de muerte y camine hasta una plaza en donde las ingeri una a una, esperando mi deceso.

Al poco tiempo caí en mi inconsciencia, acompañado de un gran presencia oscura y fría, por fin había llegado la muerte a buscarme, me sentía tranquilo con mi objetivo logrado.

Me tomó en sus brazos y me llevó a un mundo de dolor y sufrimiento que no creía posible.
El panorama era aterrador, un mundo de suicidas, personas con la cara destrozada, cuerpos ensangrentados, almas arrastrando sus sogas con las cuales se colgaron, hermosas jovencitas con sus muñecas cortadas, las cuales me mostraban como brotaba su sangre, reviviendo cada uno su suicidio una y otra vez. Todos en un mar de lamentos. Sus gritos eran ensordecedores, esto me desesperaba, quería escapar de ese lugar salir corriendo pero no podía.

En ese momento escucho una voz profunda, que me produjo escalofríos.

- ¿Es esto lo que quieres?
¿Estas seguro que quieres pasar aquí en este lugar, los años que te quedan por vivir? -

—¡Nooo! -

Grite en forma desesperada.

-No quiero estar en este lugar, esto no es para mi, dejame vivir, prometo seguir luchando por mi vida, solo sacame de aquí -

Suplique entre llantos de agonía.

-Solo tendrás una oportunidad, aprovechala o volverás a este lugar en forma definitiva-

Me respondió aquella voz  infernal.

Luego de eso perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba en el hospital amarrado a una camilla, no me explicaba como había llegado a aquel lugar por lo que le pregunté a una enfermera, la que me contestó.

- te trajo un policía quien dijo que te encontró bajo un árbol en una plaza, él te traía en sus brazos -

En ese momento pensé que todo había sido un sueño producto del efecto de las pastillas, pero en ese instante me dijo la enfermera.

-Cuando llegaste estabas muerto, pero logramos traerte de vuelta... Cuida tu vida ya que no todos tienen esa suerte de regresar del más allá.-

-Si señorita, usted tiene razón, soy muy afortunado -

Le contesté con pesar y vergüenza por lo que había hecho.

Al salir en unos días del hospital pedí el nombre del policía, puesto que quería ir a agradecerle personalmente haberme sacado de ese infierno al cual iría a parar.

En recepción me dieron el nombre:
Sargento Sergio Guzmán, lo anote en un papel y fui a la estación de policía.

Al llegar me acerque a un joven que estaba en la entrada y le pregunté por el sargento, este me miró extrañado y me dijo que pasara a una oficina, que su superior me podría ayudar. Me extraño su expresión pero obedeci sin hacer preguntas.

Me dirigí a la oficina señalada e hice la misma pregunta, el policía me hizo tomar asiento y me preguntó, que cual era la razón de mi búsqueda.

Le conté lo que había ocurrido y mis intenciones de agradecerle. En ese momento saca un viejo periódico de su escritorio y me muestra una noticia, la que tenía una fecha señalada desde hacía tres años atrás.

No daba crédito a lo que leía, debía haber un error. La noticia decía que aquel policía había muerto en servicio hacía tres años atrás.

-debe haber un error... Debió haber sido otro sargento con el mismo nombre -

El oficial notó mi cara de desconcierto, a lo que me dijo.

-Hijo no te asombres, no es una confusión de nombre, no eres el primero que viene a agradecer al sargento por salvarle la vida, por lo visto aun después de la  muerte aquel policía sigue salvando y protegiendo a la ciudadanía. Eres un afortunado, si él decidió salvarte la vida debe ser porque tienes un propósito muy importante que cumplir-

Recibiendo las palabras de aquel policía salí de aquella estación con nuevas esperanzas y una extraña alegría, me sentía fuerte y agradecido.

Decidí ya no rendirme y buscar una nueva motivación y un nuevo futuro para mi vida pero aún no sabía cual sería. Auwnte ya de por sí, me sentía un ganador al cambiar mi actitud frente a la vida.

Camine hasta aquella plaza y me senté bajo el árbol en el cual había comenzado mi nueva vida y para mis adentros le agradecí a la memoria del sangento. En ese momento se me acerca un anciano algo triste y me pregunta porque yo estaba tan feliz, le contesté:

-porque vivir es un regalo-

El me miro extrañado y me sonrió de vuelta. Luego saco una tarjeta de su bolsillo y me dijo que lo visitara que me tenía un trato que ofrecerme.

Al otro día fui hacia la dirección señalada y me encontré con una gran empresa, pregunte en la entrada por aquel señor y me hicieron pasar a una oficina, en donde había un elegante señor sentado detrás de un escritorio.

Le dije que no era a él a quien buscaba entregándole la tarjeta.

En el momento me preguntó, que de a dónde la había sacado y le conté lo del anciano.

Se le llenaron los ojos de lágrimas y me abrazo.
Aquel anciano era el padre de aquel hombre quien había fallecido hacia un par de meses, pero antes de irse al ver a que su hijo quedaría solo a cargo de la empresa familiar le dijo que no se preocupara que él le enviaría a alguien para  que lo ayudara.

Yo no podía creer que esa ayuda sería yo.

-¿en que podría ayudarlo yo? Si no tengo ni la más mínima idea de ese trabajo -

Pregunte...  Pero él me dijo que no se trataba del trabajo. El y su padre eran los únicos que quedaban en su familia, aquel hombre había perdido a su mujer y su hija en un accidente y desde ese entonces había intentado quitarse la vida en varias ocasiones, el último intento fue el día en que falleció su padre, éste lo vio con el arma en la mano y lo detuvo, le dijo que le enviaría ayuda, que no lo dejaría solo puesto que él ya debía partir. Después de decir ésto aquel anciano falleció producto de un ataque cardíaco.

Aquel señor confiando en las palabras de su padre me contrato para que estuviera a su lado, así formamos una linda amistad y me ayudó a pagar mis estudios.

De esto ya han pasado años, aquel señor rehizo su vida y volvió a formar una familia, yo aún trabajo a su lado... Pero lo que realmente hizo que encontrará mi propósito fue cuando me encontré con un grupo de ayuda para personas con instintos suicidas.

Gracias a mi experiencia he podido salvar muchas vidas y me he ganado la gratitud de las familias de aquellas personas. También estoy en labores sociales ayudando a niños abandonados dándoles un mejor pasar, junto al apoyo de mi mujer quien a sido mi pilar desde el momento en que la conocí, no tenemos hijos propios pero nos sentimos padres de todos los niños que hemos podido rescatar de la calle.

En esta vida todos tenemos un propósito, pero muchas veces debemos tocar fondo y sentir que esta todo perdido para poder renacer y darnos cuenta que la vida es difícil, pero aun así vale la pena vivirla.
[1/18 12:28 AM] Carlos Upegui: *Pregunta uno*

Considerando tu gusto por la lectura, si disfrutaste o si no disfrutaste leyendo el texto:

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