18.1.19

Sé que estás ahí

[1/17 05:43 PM] ‪+52 1 844 356 5630‬: Te daré un cuento.
Solo hay dos cosas a calificar.
La ortografía se considera aparte.
[1/17 05:44 PM] ‪+52 1 844 356 5630‬: _*ctb_se que estás ahí*_

No recordaba nada en absoluto. Había despertado en un lecho bastante deteriorado, en una choza alejada de la mano de Dios de la para mí exenta civilización. Me parecía a haber olido el olor de la sangre, pero no estaba seguro, pues éste se hallaba enmascarado por el pestilente hedor de varios excrementos. Al final, conseguí entablar visión con el entorno más allá de mis narices, pudiendo, así, divisar varias pintadas en la pared. Eran letras, con un significado que no lograba entender, quizá por mi conmoción o quizá porque no tenían un significado real.
Lo siguiente que examiné fue mi indumentaria. Estaba raída y empapada en una sustancia para nada bien fragante. Y, además, tonto de mí, no me percaté de que estaba libre, por lo que podría salir de allí. O al menos eso pensaba.
Todo tenía un ambiente bastante lúgubre, que emanaba un ambiente de una solemne y soez decadencia. También logré ver varios instrumentos peligrosos: navajas, grandes cuchillos, barrenas… Por algún motivo, no sentía el miedo que debería de sentir en una situación tan oscura como es esta. Decidí asomarme a la ventana, la única que había que, además, tenía barrotes que impedían el paso, y lo que habitaba en el exterior no era del todo acogedor. Un coche desguazado, una pila de huesos que parecían ser de bestia y un montículo de cuerpos de aves de corral.
La puerta estaba atrancada, además de profundamente oxidada. Al ver que no había mucho que pudiera hacer, pensé en sentarme durante unos instantes mientras que pensaba sobre mi situación y cómo ponerle fin. Entretanto, escuché el crujir de los huesos mencionados anteriormente. “Sé que estás ahí”, susurró una decrépita voz.
No pude evitar sentir pavor al escuchar semejante mensaje proveniente del exterior. Era tanto mi aterramiento que no tuve el coraje de mirar por la rendija de la ventana. Seguidamente, escuché cierto regocijo en forma de risa por parte del ser que moraba en las afueras de la chabola. Guardé un brutal silencio, intentando, desesperadamente, engañar a la criatura de fuera, buscando hacerla creer que no estaba donde ella creía pensar.
El intento fue nulo. Se asomó por la ventana. Su desfigurado rostro me creó un sentimiento desmesurado de miedo y horror. Era totalmente grotesco: presentaba uno de sus ojos, concretamente el izquierdo, estaba cosido, nariz atajada en dos, una
boca a medio coser, pelo que parecía ser tiras de piel deshilachadas… Totalmente sobrecogedor.
Desconocía si ese ser era el dueño de la chabola, o si simplemente fue él el que me trajo aquí, pero fuere lo que fuere, no tenía para nada buen aspecto. Unos 35 minutos pasaron hasta que hizo su segunda llegada, esta vez, golpeando severamente la ventana mientras vociferaba, con un notable balbuceo, la frase “¡Sé que estás ahí!”
Se le veía ampliamente turbado, y tenía una notable intención de hacerme daño, por lo que, valerosamente, decidí hablar con él:
* ¿Qué deseas, ser? -le pregunté miedosamente.
* Tú… estás ahí… no. No es bueno.
* ¿Y qué sucede? -no pude evitar ponerme nervioso.
* Él quiere comer. -respondió, esta vez, con un tono alterado. -a mí me ha hecho esto. Hablar no puedo, ver tampoco. Maldito estoy de por vida, pues inmortal soy a la par que muerto.
* ¿Cómo te ayudo?
* No puedes. Sólo él tiene la potestad. Maldito estoy. He de irme. Él llegará pronto. Lo siento. Adiós.
Tras la partida del sin nombre, no pude evitar el entrar en pánico. No sé cuándo llegaría mi fin, cuándo acabaría todo o lo que fuere. Dejé pasar el tiempo, y dejándolo pasar, empecé a tener hambre. No había nada en la casa que pudiese alimentarme, aunque fuese lo más mínimo, pero a pesar de esto, podía aguantar un rato más.
La caliginosa noche se había cernido sobre el lugar. No se oía nada, nada que no fuese el silencio. De repente, oí un ruido, esta vez de unas cuantas personas a la vez. “Sé que estuviste ahí”, decía el coro. No pude evitar mostrar un cierto desconcierto tras este acontecimiento. Cada vez, estaba más y más aterrado. Intenté dormir, pero no podía lograr tal escape.
Esperé a que el sol ascendiese, o al menos lo intentase, pues el ambiente era siempre de tonalidades grises. Una vez más volvió la primera criatura:
* ¿Sigues vivo? Vaya, no me lo habría imaginado. Aunque, para tu vil desgracia, hoy acaba tu suerte, extraño. Hoy, acabará tu vida.
Me alejé de la ventana, pues quedé devastado. Ya sólo podía esperar. Tras varias horas, presencié el inicio de mi fin: un individuo de gran altura, portador de una gran arma blanca se acercaba hacia mi posición. De entre los matojos, salieron varios sujetos de descripción física semejante al mensajero. El gigante habló: “Sal de ahí, extraño”.
La puerta se abrió, sin saber muy bien cómo, pero salí del habitáculo por primera vez y pisé, descalzo, la puntiaguda tierra. El gigante, una vez más, habló:
* ¡Ja, ja, ja!, ¿¡qué piensas que eres!? Nada. Un trozo de materia inexistente para todos. Materia fría, inerte, superflua para el resto. ¿Qué piensas que eres? Nada. Nada… Por eso, ahora has de afrontar tu destino. Los fuertes prevalecen y los débiles desaparecen. Nada. No eres nada. Inútil criatura sin fin teleológico. Nada. Padeces de vida. Padeces de ansia, pues así, poderoso, puedo curarte. Estamos destinados a la vida después de la muerte, porque, ¿qué sentido tiene la vida si la muerte la justifica? Nada. Pues, ahora, renace.
Tras este diálogo, se me dio muerte. Acabé convertido en nada y a la vez todo, acabé siendo lo que no era y era lo que no fui. Vagaré ahora, por estos angostos senderos, pertenecientes a una muerte en vida de insensibilidad, pues ¿quién pienso que soy?

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Wally Opina

Wally Opina es un reportaje semanal del formato Late Show con el objetivo de entretener y dar opinión acerca de los hechos políticos y de ac...